A todo el mundo le gusta el verano. El buen tiempo, las vacaciones, los helados y, como no, los baños en la piscina. Este tiempo de disfrute es para toda la familia, sin embargo, los padres con hijos pequeños, pueden estar intranquilos y preocupados cada vez que van a la piscina o a la playa porque tienen que estar pendientes de que sus pequeños no sufran ningún percance.

Por ello, es recomendable que los pequeños tengan contacto con el agua y participen en clases de natación lo antes posible. No solo para que aprendan a nadar sino también, para ayudarles a estimular el aparato locomotor y el respiratorio mediante ejercicios de psicomotricidad.

Está demostrado que si los bebés tienen contacto con el agua, empiezan antes a gatear, a andar e, incluso, a comunicarse con otros niños si se les lleva a clases de natación en grupos. Además ayuda a fortalecer su dorsal.

No solo es beneficioso para los bebés sino también para los padres ya que pueden pasar más tiempo con sus hijos y además les ayuda a desconectar del trabajo, se relajan, y pueden disfrutar de ver a su pequeño en el agua. En definitiva, esta actividad es muy completa tanto para padres como para sus hijos.

A partir de los 15 meses, después de que los pequeños hayan tenido ya un contacto con el agua, se puede empezar a trabajar con ellos con materiales de flotación en posición vertical para que muevan las piernas y los brazos. Poco a poco irán aprendiendo y podremos cambiar la posición de los materiales y situarlos cerca del bañador para que vayan adquiriendo una postura más horizontal que será la postura definitiva cuando sea mayor.

Hay que enseñarles lo antes posible a defenderse en el agua para que cuando llegue el verano, los padres también puedan disfrutar nadando con su pequeño. Pero recordad que siempre hay que estar pendientes de ellos para que no les ocurra nada.

 

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